El artículo comienza: "Palermo es sinónimo de moda, de diseño, de múltiples ofertas para salir a cenar o a tomar algo. Pero para quienes viven allí, el barrio tiene a menudo otra palabra que lo define: ruido.
"Estamos desbordados por la cantidad de locales que fueron habilitados en los últimos años", se quejó Federico Kelly, vecino de Las Cañitas: "el barrio se fue transformando y no hubo una regulación del Gobierno de la Ciudad acorde a esta situación. En principio, hay una gran contradicción: el Código de Planeamiento dice que esta es una zona residencial, por lo tanto la actividad de música y canto debería estar prohibida. A pesar de eso, muchos boliches utilizan la figura de "clubes de cultura" para habilitarse, y terminan poniendo música fuerte hasta altas horas de la madrugada".
"Pueden ser noches de primavera, agradables, con temperaturas de 20 grados; pero para estar tranquilo en mi departamento, tengo que tener todo cerrado. Ya lo tengo asumido", comenta Claudio Mazur, desde la puerta del edificio donde vive. A su lado, por la calle Báez, se suceden bares y restaurantes que ya son tradicionales de la movida porteña nocturna".
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